Cultivos transgénicos, un peligro encubierto


La manipulación genética aplicada a los cultivos nació hace varios años con tres objetivos ambiciosos y con gran proyección de futuro:



  • Mejorar la producción

  • Reducir el uso de herbicidas e insecticidas -especialmente en cultivos que reciben varias lluvias de insecticidas a lo largo de su ciclo de crecimiento.

  • Como consecuencia de lo anterior, abastecer de alimentos al doble de personas que se alimentan en la actualidad utilizando la misma superficie cultivable.


Si se logran estos objetivos, podrían conseguirse cultivos resistentes a la salinidad del suelo, o a la sequía .. y ya no habría desiertos ni hambre.


OBSERVÉMOSLO CON MÁS DETALLE


Un cultivo transgénico es el que nace a partir de una semilla que ha sido manipulada genéticamente mediante el "empalme" de un gen de otro ser vivo. Esta manipulación tiene una finalidad que en la actualidad es:
  • Que el cultivo produzca una toxina contra ciertos insectos, o bien
  • Que el cultivo sea resistente, que no le afecte a un determinado herbicida.
De la totalidad de los cultivos transgénicos actuales, un 30% pertenecen al primer grupo, y el 70% restante al segundo.
Los cultivos que producen una toxina se conocen como "cultivos bt" y su nombre se refiere al "bacillus thurigiensis", habitante natural de un suelo, cuya acción intenta imitar. La idea es que lo que antes se "rociaba" sobre el cultivo una y otra vez, ahora lo produzca la misma planta.
Parece práctico. Y limpio ¿verdad? La cuestión es: ¿por qué un determinado cultivo necesita cada vez más dosis de insecticidas? La respuesta es que las plagas se han hecho resistentes al él y cada vez hace falta más cantidad para controlar una misma plaga.
Siguiendo el razonamiento, que el insecticida se rocíe o esté incluido en la planta no altera la cuestión básica: la resistencia se presentará más tarde o más temprano y de hecho, ya hay muchos expertos que pronostican que pronto la resistencia estará entre nosotros. Y con ella un problema añadido: afectará indiscriminadamente a cultivos transgénicos y a los convencionales. En ese momento, uno de los plaguicidas naturales del suelo, más benignos para el medioambiente, dejará de ser útil.
El otro grupo de cultivo transgénicos es una verdadera "ganga" para el agricultor: cuando compra la semilla también compra el herbicida al que la semilla es resistente. Como se trata de un herbicida capaz de debilitar y eliminar un gran número de hierbas, el agricultor consigue limpiamente, con un solo producto mantener sus campos limpios. No está aún demostrado que efectivamente se reduzca la necesidad de herbicidas, pero de que es un negocio para quien produce la semilla y el herbicida, no hay duda.
El problema de la resistencia vuelve a presentarse y de hecho se verificó por primera vez en 1995 con una variedad de centeno: la mala hierba que cree resistencia encontrará el camino libre para extenderse a sus anchas porque el herbicida transgénico se encargará de eliminar a sus competidoras más débiles. La que sobreviva, se convertirá en una "malísima hierba" que crecerá sin control.